Viedma: capital argentina

En 1986, Raúl Alfonsín anunció uno de los proyectos más audaces de la historia argentina: trasladar la capital a Viedma–Carmen de Patagones. No ocurrió. Pero, ¿y si hubiera pasado? El Éxodo se interna en ese multiverso: una Argentina que sí concretó la mudanza y una Buenos Aires que, lentamente, empieza a vaciarse de sentido. Entre porteños que huyen al sur en busca de oportunidades, patagónicos desconcertados ante la avalancha y ciudades que intentan reinventarse, esta crónica ficcional reconstruye la vida cotidiana en un país que apostó por cambiar su centro de gravedad. Un ejercicio de urbanismo especulativo que indaga qué queda de una ciudad cuando deja de ser capital. Y qué nuevas formas de futuro se abren cuando el mapa se reescribe. Una crónica del furor por el sur, el mar y el frío

por Dino Buzzi

Acá

"Mi hermano se fue hace 3 meses y ya tiene trabajo en la obra de la nueva Municipalidad", Juan Luis, taxista, 38 años, maneja el volante de su auto con la mano derecha mientras que asoma la izquierda por la ventanilla para -tal como se lo pedí- no ahogarme con el humo de su cigarrillo.“Apenas se ordene un poco, se va para allá mi cuñada con los dos nenes, y si la cosa va bien, a fin de año me voy yo. Me llevo el taxi y después veo bien que hago, hay mucho movimiento parece”

Es una tarde gris en Buenos Aires. Los autos que circulan sobre la Avenida de Mayo bajo la influencia de una llovizna cansina parecen no saber bien a dónde ir. Lentos, dubitativos, como si hubieran perdido el rumbo. Quizás, dentro de cada uno de ellos, la mayoría de los conductores esté paladeando proyectos de vida similares a los de Juan Luis. Expectativas de prosperidad, nuevos comienzos y aventuras en Viedma-Carmen de Patagones, la nueva capital de la República Argentina

Algunos años atrás, cuando los ecos del ya mítico discurso que Raúl Alfonsín pronunció en 1986 anunciando el proyecto empezaban a desvanecerse, muchos de los habitantes de la futura capital y algunos empresarios que habían precipitado inversiones habían comenzado a ponerse muy nerviosos. 

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 Allá

Según datos de inmobiliarias locales, en el último año las consultas por alquileres en Carmen de Patagones aumentaron un 300% respecto al año pasado. El stock de vivienda no da abasto y muchas personas empezaron a alquilar habitaciones o hasta a construir ampliaciones en los fondos de sus casas para aprovechar una demanda que parece incesante. Las líneas de ómnibus habilitaron nuevos horarios de viajes al sur y Aerolíneas Argentinas anunció recientemente  nuevos vuelos directos desde Buenos Aires.

“A mi esto me parece un cuento¨. Omar tiene cincuenta años, su familia anda por la zona desde hace por lo menos cien años. “Mirá, este es mi abuelo, el del medio”. En la foto que me muestra, ajada y amarillenta, tres hombres con pinta de expedicionarios saludan a la cámara abrigados hasta las orejas. El paisaje de fondo, crudo, desamparado ostenta algún que otro rasgo lunar. “Cuando era chico, me decía que el viento acá no te habla, acá te grita”. Omar, dueño de un bar en la zona céntrica de la ciudad, se convirtió en empresario hotelero de la noche a la mañana. Alquiló dos cuartos libres de su casa, ubicada en una zona de quintas, y adaptó el fondo de su bar para poder alojar a tres personas. “Todos obreros, pibes jóvenes, atraídos por el tema de la construcción. Cuando cobran, algunas veces, se han puesto un poco difíciles. Bebida, mujeres, esas cosas. Pero en general son buenos muchachos.”

Algunos años atrás, cuando los ecos del ya mítico discurso que Raúl Alfonsín pronunció en 1986 anunciando el proyecto empezaban a desvanecerse, muchos de los habitantes de la futura capital y algunos empresarios que habían precipitado inversiones habían comenzado a ponerse muy nerviosos. Las dificultades que enfrentaba el plan económico del gobierno radical, sumadas al levantamiento Carapintada de 1987, comprometieron seriamente un proyecto tan ambicioso y complejo.

Analistas de distintas proveniencias e ideologías coinciden en dos cuestiones en particular que lograron apuntalar la iniciativa. Por un lado la rápida y contundente respuesta del General Alais contra los sublevados, sumada a la enérgico discurso pronunciado pocos días después en Cadena Nacional (el orden de la casa… no será comprometido, etc, etc), constituyeron una suerte de cheque en blanco que la ciudadanía le firmó al Presidente respecto a los temas políticos y sociales. Por el otro, la capacidad de adaptación del Plan Austral a contextos cambiantes y un descenso casi milagroso de los índices de Inflación, logró revalidar apoyos y darle suficiente aire al partido oficialista para la agónica victoria de Eduardo Angeloz en 1989. 

Actualmente, hay cuatro obras fundamentales en marcha. El plan de ampliación y mejoras de la infraestructura cloacal y eléctrica, la línea 1 de tranvías, el palacio del poder ejecutivo y un complejo que incluye un hotel, un centro comercial y un barrio de viviendas. En las oficinas del ENTECAP, ubicadas en el centro de la ciudad, el revoloteo es constante. Agrimensores, topógrafos, ingenieros, arquitectos andan de aquí para allá con sus planos enrollados, sus cascos, sus botas cubiertas de barro y sus cajas de lápices como extras de una gran producción de Hollywood, una de esas épicas clásicas en las que el héroe ( ¿Quién podría hacer de Alfonsín? ¿Burt Lancaster? ¿Peter O Toole?) emprende una causa que quizás sea justa  y hasta necesaria, pero no por eso es menos utópica y hasta delirante.

Lucio, encargado de logística de la oficina, toma café negro de una taza enorme, casi tan grande como el casco blanco que tiene apoyado en su escritorio. Está sentado en una silla antigua. El conjunto, sumado a la iluminación del lugar, le da un aire protocolar que se evapora apenas abre la boca  “Esto es la locura más grande que yo vi en mi vida. A mí me habían contratado de la municipalidad y no habían explicado nada. Y de un día para el otro cayeron como cien tipos de Buenos Aires pidiéndome de todo: desde tableros de dibujo hasta jeeps para visitar los sitios de las futuras obras. Teodolitos, instrumentos de medición, carpas. Tardamos casi un año en acomodarnos, imagínate.” Detrás suyo, en una pared un poco manchada de humedad, hay tres imágenes pegadas con cinta scotch. Una foto de Lucio con Raúl Alfonsín y el Intendente sacada en alguna de las decenas de visitas que había realizado en los últimos años, una imagen del plan maestro de la nueva capital llena de anotaciones, colores y chinches clavadas en distintos puntos, y una foto de Diego Maradona cantando el himno antes de jugar la final del mundial de fútbol de 1986 contra Francia. Cuando ve que mis ojos se demoran un segundo de más en la última foto me interrumpe: “Increíble ese partido que perdimos”

En días como estos, pálidos y húmedos,  el futuro de Buenos Aires parece poco promisorio. Los planes apuntan a un traslado parcial de los principales órganos ejecutivos y judiciales para el año 1993.

Acá

En días como estos, pálidos y húmedos,  el futuro de Buenos Aires parece poco promisorio. Los planes apuntan a un traslado parcial de los principales órganos ejecutivos y judiciales para el año 1993, y aunque por una obvia cuestión de escala los volúmenes de inversión en construcción y en compra de tierra de la futura capital todavía no superan a los de Buenos AIres, los indicadores parecen señalar que los negocios inmobiliarios están disparando por el mismo camino que todos los ciudadanos ilusionados con arrancar desde cero en el sur.

En determinados sectores, la preocupación apunta a todos los problemas sin resolver que aún aquejan a Buenos Aires. ¨Mirá lo que es Puerto Madero. Un abandono total en uno de los frentes al río más relevantes de la ciudad. Ubicado junto al centro, con un valor paisajístico incalculable. Hace un tiempo se había movido un poco la posibilidad de que el estado avance con iniciativas e instrumentos para transformar la zona, pero desde que se empezó a avanzar con más seriedad con el plan de la nueva capital, se paró todo”

Euclides Costa, arquitecto y urbanista, profesor de la Universidad de Buenos Aires, camina tranquilo por una calle de la zona con el empedrado levantado, a la altura de la avenida Belgrano. Justo detrás suyo se eleva una grúa enorme que parece un animal a punto de tomar del agua marrón del dique. El paisaje de viejos edificios portuarios en desuso, calles rotas y silos abandonados le da a Euclides cierto aire de profeta, de eremita elegante. ¿Y si así se viera, dentro de unos años, el último habitante de Buenos Aires?  La suya parece una imagen proyectada desde el futuro, un hombre ilustrado y genial, absolutamente solo, en una ciudad de la que todos se hartaron y procedieron a abandonar. “En Buenos Aires siempre hubo una tensión, nunca resuelta del todo quizás, entre el centro histórico y los distintos lugares que se fueron desarrollando a lo largo de los años. Pienso en los Parques de Palermo, en la época de Sarmiento, o en la escapada hacia el Norte luego de la epidemia de Fiebre Amarilla. El centro siempre tuvo su propia fuerza de gravedad validada programáticamente pero también desde los imaginarios e interpretaciones populares. Esto que va a suceder será un hecho inédito en nuestra historia urbana. No estamos hablando de trasladar actividades e inversión a otra zona de la ciudad, si no directamente de un conjunto de programas y actividades fundamentales en el entendimiento del sector que se van de la ciudad: la Buenos Aires que no es capital es una incógnita, un fenómeno impredecible. Lo que va a pasar acá es un misterio que yo, personalmente, preferiría no tener que resolver.” 

Allá

Los porteños que ya se instalaron en Viedma-Carmen de Patagones dicen que extrañan un poco el trajín de la ciudad, pero que cada día valoran más el silencio, la cercanía a paisajes naturales y la tranquilidad. Como si fuesen emigrados en el extranjero, todavía tienden a reunirse principalmente entre sí, lo cual ha resultado antipático para sus anfitriones. Un reconocido periodista comentó, en un programa matutino de la radio local, que los porteños trajeron consigo todos sus males;  “vienen como en un tour, traen el  mal, el ruido”. Luego de alguna que otra respuesta hostil y un pedido de disculpas, la polémica se disipó. “Cuando se juntan solo entre ellos, ¿De qué hablan?” Se preguntaba otro periodista en el mismo programa. “Para mi se toman unos vinos y hablan de medianeras, de colectivos, de estar todo el día corriendo” Los avances en las obras anulan las desconfianzas mutuas y cimentan ilusiones futuras. Cada camión hormigonero, cada aparición de una base o nuevo tendido de infraestructura es capaz de recargar la expectativa de todos por igual. 

Los porteños que ya se instalaron en Viedma-Carmen de Patagones dicen que extrañan un poco el trajín de la ciudad, pero que cada día valoran más el silencio, la cercanía a paisajes naturales y la tranquilidad. 

 Acá

En la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo, algunas cátedras ya están estudiando qué hacer con todos los edificios administrativos que serán abandonados progresivamente durante los próximos años. Secretarías, direcciones, dependencias, depósitos. Los espacios de la burocracia tienen una gran capilaridad en el tejido de la ciudad y su cambio de uso y finalidad puede tener un gran impacto a nivel barrial. También se encuentran en marcha estudios demográficos sobre las potenciales migraciones de empleados públicos hacia el sur. Los dueños de propiedades en zonas cercanas al Congreso ya están vendiendo sus propiedades muy por debajo del precio de mercado y en algunos locales ya se ven carteles de “Se Alquila” por rescisiones de contrato adelantadas.

Esos fenómenos constituyen reacciones racionales. Pero en la ciudad más psicoanalizada del país, y una de las más psicoanalizadas del mundo, quizás haya que hacerse otras preguntas. Por ejemplo, ¿A qué le teme Buenos Aires? El verdadero miedo de sus ciudadanos es, al menos por lo que muchos dicen ( y lo que evitan decir) es que este goteo de relevancia la vaya ahogando de a poco. Que se vaya en fade out, lentamente y sin escándalo, como una estrella que agota su combustible y muere sin explotar. 

Las ciudades son más que lugares físicos, son dramas en el tiempo, afirmaba el sociólogo escoces Patrick Geddes en su célebre conferencia "Civics; As Applied Sociology". ¿Y si no hay más drama, que sucede? Lo que Buenos Aires arriesga con la pérdida de su centralidad es su pathos cotidiano, su esmowing, su condición de centro de gravedad permanente de las emociones de la Argentina.

Las ciudades son más que lugares físicos, son dramas en el tiempo, afirmaba el sociólogo escoces Patrick Geddes en su célebre conferencia "Civics; As Applied Sociology". ¿Y si no hay más drama, que sucede?