Sudáfrica a 30 años del fin del apartheid

Treinta años después de la caída del apartheid, Sudáfrica enfrenta un momento de inflexión. Las elecciones de 2024 marcaron la pérdida de la hegemonía del ANC y revelaron un escenario político más fragmentado y desafiante. Internamente, persisten problemas estructurales como la desigualdad, la corrupción y una economía estancada; externamente, el país busca mantener su papel como potencia regional africana y voz del Sur Global, navegando entre alianzas tradicionales y emergentes. Esta tensión entre legado y transformación atraviesa tanto su política doméstica como su inserción internacional.

por Gladys Lechini

El 27 de abril de 1994 marcó un antes y un después para la República de Sudáfrica, con las primeras elecciones democráticas y multirraciales que le otorgaron el triunfo a Nelson Mandela -líder del Congreso Nacional Africano (conocido como ANC por sus siglas en inglés).  

El proceso de negociaciones que se produjo con el fin de la Guerra Fría fue un caso ejemplar de transición pacífica desde un gobierno racista y segregacionista, campeón del Apartheid, hacia una democracia multirracial, cerrando décadas de opresión y violencia organizada desde el Estado -en paralelo tanto a la insurrección de la población de color dominada, como a la resistencia no violenta.

A partir de 1994 el gobierno de la “nueva Sudáfrica” debió revertir el aislamiento internacional producido por las sanciones económicas  aplicadas de manera dispar al régimen del Apartheid y reinsertarse en un mundo en cambio. Vinculando su política doméstica con la internacional, tomó como banderas la defensa de los derechos humanos, la democracia y el desarrollo. Los objetivos de esta nueva política exterior enmarcada en su pertenencia al continente africano fueron sostener el respeto por el derecho internacional y la promoción de la paz internacional, ampliar las relaciones bilaterales y apostar al multilateralismo.

Treinta y un años después de ese icónico momento cabe reflexionar sobre el camino recorrido por este país africano, en su dimensión interna y principalmente en su inserción internacional. 

A partir de 1994 el gobierno de la “nueva Sudáfrica” debió revertir el aislamiento internacional producido por las sanciones económicas  aplicadas de manera dispar al régimen del Apartheid y reinsertarse en un mundo en cambio.

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Las variables domésticas 

Un dato a considerar a nivel interno  es la relativa pérdida de hegemonía del ANC en las recientes elecciones generales de mayo de 2024, donde obtuvo solo el 40% de los votos y lo obligó a buscar alianzas con otros partidos. Desde las mencionadas elecciones de 1994, el ANC había controlado el poder político en Sudáfrica, con las presidencias de Nelson Mandela (1994-1998), Thabo Mbeki (1999-2008), Jacob Zuma (2009-2018) y  Ciryl Ramaphosa (2018 -) 

Sin embargo, los escándalos de corrupción, inseguridad, ineficiencia estatal y deterioro de la economía se tradujeron en una creciente desafección ciudadana (58% de participación electoral) y resultados adversos al partido gobernante. Este debió formar gobierno a través de una coalición de unidad nacional con la Alianza Democrática (DA), un partido históricamente opositor, de corte liberal, percibido como representante de los intereses de las clases medias blancas y sectores empresariales. Esta alianza pragmática fue justificada como necesaria para garantizar la gobernabilidad, pero ha generado tensiones internas y discrepancias en torno a las tradicionales alianzas externas

El nuevo gobierno, encabezado por Cyril Ramaphosa, ya en su segundo mandato, enfrenta al presente el desafío de recomponer la legitimidad institucional en un contexto de fragmentación partidaria. La necesidad de acuerdos parlamentarios para aprobar leyes clave limita la capacidad de acción del Ejecutivo, mientras que los partidos más radicales, como los Luchadores por la Libertad Económica (EFF) o el uMkhonto we Sizwe (MK), impulsado por Zuma, capitalizan el descontento popular desde posiciones más confrontativas.

A pesar de contar con instituciones formales sólidas y una economía diversificada a nivel regional, la democracia sudafricana enfrenta una crisis de legitimidad, inmersa en un ciclo de estancamiento económico, alto desempleo, desigualdad estructural y conflictividad social, cuestiones que no se han podido resolver a lo largo de estos años.

Aunque el discurso oficial del post apartheid apostó por una "nación arcoíris", en la práctica las divisiones raciales, étnicas y lingüísticas siguen marcando la vida política. Los partidos tienden a movilizarse en torno a identidades históricas, y los conflictos distributivos suelen adquirir un carácter racializado. El ANC, aunque formalmente multirracial, ha perdido apoyo entre sectores negros empobrecidos que perciben que la "liberación" no se tradujo en mejoras materiales. 

Sudáfrica es una de las sociedades más desiguales del mundo. El coeficiente  Gini declara alrededor del  0,63, con diferencias marcadas entre grupos raciales y regiones. Si bien la política de "empoderamiento económico negro" (Black Economic Empowerment, BEE) apuntó a corregir estas asimetrías con cuotas y acciones afirmativas en el empleo y la propiedad empresarial, parece haber beneficiado solo a una élite reducida, promoviendo nuevas formas de clientelismo.

Según datos recientes, más del 55% de la población vive por debajo de la línea de pobreza, y el acceso a servicios básicos como agua potable, electricidad, transporte y vivienda adecuada es limitado en vastas zonas rurales y urbanas periféricas. Los asentamientos informales se han multiplicado. 

Por otra parte, la corrupción sistémica, conocida localmente como "state capture", implicó la apropiación sistemática de instituciones clave por parte de redes empresariales y políticas y minó seriamente la capacidad del Estado para ofrecer servicios básicos, combatir el crimen y garantizar derechos fundamentales. La violencia social se ha visto agravada por contextos urbanos marcados por la pobreza, la exclusión y el desempleo juvenil.

En cuanto a los aspectos económicos, Sudáfrica posee una de las economías más diversificadas y complejas del continente africano, con sectores clave como la minería, la energía, las finanzas y los servicios. El país es uno de los principales productores mundiales de platino, oro, cromo, manganeso y diamantes. Este sector sigue siendo clave para las exportaciones y la atracción de inversión extranjera, pero enfrenta desafíos crecientes tales como el agotamiento de yacimientos, los conflictos laborales, costos energéticos y presiones ambientales. Cabe aclarar además que el ANC mantuvo el modelo liberal del apartheid y no cambió la estructura productiva ni la distribución de tierras

En la última década, el crecimiento económico sudafricano ha sido errático y muy por debajo del potencial. Hubo contracción en  2020 por la pandemia de COVID-19 pero no se recuperó la economía tal como esperado. El Banco de Reserva Sudafricano proyecta un crecimiento de apenas 1% para 2025, condicionado por la inestabilidad política, los cortes energéticos y la falta de inversión productiva.

El sector energético, atraviesa una crisis profunda, constituyendo un desafío clave. La empresa estatal Eskom, responsable del 95% de la generación eléctrica, se encuentra en una situación crítica: endeudada, mal gestionada y con una infraestructura envejecida. Desde 2019, el país experimenta cortes de electricidad regulares (llamados load shedding) que afectan hogares, empresas y servicios básicos.

Para paliar todos estos problemas, los sucesivos gobiernos han implementado planes para reactivar la economía, atraer inversiones y mejorar la infraestructura. El Plan de Reconstrucción y Recuperación Económica lanzado por Ramaphosa en 2020 apuntaba a dinamizar sectores estratégicos, reformar empresas estatales y estimular la inversión privada. Sin embargo, la falta de consenso político, la debilidad institucional y la resistencia de sectores internos al cambio han frenado muchos de estos esfuerzos

Las políticas para mantener cierta disciplina fiscal y controlar el déficit, se han vuelto inaplicables frente a la necesidad de aumentar el gasto social, mejorar los servicios públicos y sostener una red de asistencia básica. El equilibrio entre estabilidad macroeconómica y demandas sociales se ha vuelto cada vez más precario.

El desempleo estructural genera frustración social, delincuencia y e informalidad. Aunque se crearon programas estatales de empleo temporal y subsidios sociales (como el “Social Relief of Distress Grant”) el éxito ha sido relativo. 

A pesar del fin formal del apartheid en 1994, Sudáfrica sigue marcada por tensiones estructurales que limitan profundamente su capacidad de transformación social. Lejos de haber cerrado su herencia segregacionista, el país convive con una serie de continuidades invisibles que operan sobre el territorio, la distribución del ingreso, el acceso a servicios y las jerarquías raciales y de clase.

Sudáfrica en el mundo

Como se mencionó al inicio, luego de años de aislamiento por las sanciones aplicadas por la política de discriminación racial a la mayoría negra, los sucesivos gobiernos de la Sudáfrica post apartheid buscaron reinsertarse en el escenario africano y global, autopercibiendose como una potencia regional africana y como un actor relevante en el Sur Global. A pesar de las continuidades y la retórica solidaria del ANC, cada gobierno y en especial cada presidente y su entorno, le impusieron su sesgo particular a la política exterior, en contextos sistémicos también diferentes.

La política exterior sudafricana ha sido y es una política de Estado, que se sustenta en un conjunto de valores y principios sobre los cuales se estructuran los objetivos estratégicos del país, entendidos como el interés nacional. Entre los valores cuentan patriotismo, lealtad, dedicación, equidad, integridad,  Ubuntu (antigua palabra africana que se traduce como "humanidad hacia los demás" o "soy porque somos") y Batho Pele (las personas primero). Entre los principios rectores se destacan el compromiso con la promoción de los derechos humanos, la democracia, la justicia y el derecho internacional, la paz internacional, la resolución de conflictos, y un compromiso con el desarrollo económico a través de la región y la cooperación internacional en un mundo globalizado e interdependiente (DIRCO, 2009:6).

Sudáfrica se define como parte del continente africano y busca ejercer liderazgo político, económico y diplomático en la región de África Austral. 

Sudáfrica se define como parte del continente africano y busca ejercer liderazgo político, económico y diplomático en la región de África Austral.  En tanto economía en desarrollo, pero emergente, se ofrece como puerta de entrada al África, especialmente en los foros comerciales globales, y como representante o con voz para hablar en nombre de África en los encuentros y organizaciones multilaterales, tal como sucedió cuando fue único miembro africano en BRICS y G20.

A medida que se fue consolidando  a nivel doméstico, el ANC en el poder fue insertándose en todos los foros globales y regionales, mostrando un fuerte protagonismo habilitado por la figura de Mandela. Sudáfrica sostiene  el multilateralismo como principio rector de su política exterior. En los foros globales —incluidos la ONU, la OMC y el G20— ha abogado por una reforma del sistema de gobernanza internacional para reflejar mejor las realidades del siglo XXI, incluyendo la ampliación del Consejo de Seguridad de la ONU y una mayor representación africana. Fue único representante africano en el G20, hasta el acceso reciente de la Unión Africana en 2023.

Como representante del Sur Global, promueve la solidaridad Sur-Sur, el no alineamiento y la Cooperación Sur-Sur. Ésta  es considerada  un elemento central de la política exterior, una de las llaves para modificar el presente orden político y económico internacional injusto y promover uno más equitativo, en el cual los países del Sur tengan mejores chances para acelerar su desarrollo económico.

Bajo el paraguas de CSS se incluyen múltiples relaciones y alianzas con los países del Sur. En todos los discursos y planes trienales se hace referencia al accionar sudafricano en la UNCTAD, No Alineados, G77+China, NEPAD, como así también a la participación de Sudáfrica en la Conferencia de Alto Nivel sobre Cooperación Sur-Sur de Naciones Unidas. Asimismo se menciona la participación activa de Sudáfrica en foros como IBSA, NAASP, Indian-Ocean Rim Association for Regional Cooperation (IOR-ARC) y el Forum on China-Africa Cooperation (FOCAC).

Sudáfrica se incorporó formalmente al MNOAL como miembro pleno en 1994, tras el fin del apartheid. En 1998 fue sede de la XII Conferencia Cumbre en Durban, la primera celebrada en suelo africano tras el fin de la Guerra Fría. Mandela presidió esta reunión y reafirmó el compromiso del país con los principios del movimiento: soberanía, autodeterminación, no intervención y cooperación Sur-Sur. 

Consecuentemente, Sudáfrica comenzó a participar activamente de todas las instancias multilaterales “del Sur”, contribuyendo a la revitalización de los No Alineados, a la conformación en 2003 tanto del Foro IBSA (con India y Brasil) como del G20, que emergió de las reuniones de Cancún sobre comercio multilateral.

En tanto país africano, el continente está en su radar como eje de su política exterior, con un fuerte compromiso con la Unión Africana (UA) y con el desarrollo de mecanismos regionales como la Comunidad para el Desarrollo de África Austral (SADC). Fue miembro fundador de la UA  en 2002, tras haber integrado a partir de 1994 a la Organización de la Unidad Africana (OUA) que la precedió 

Durante su presidencia Mbeki  forjó el concepto de Africa Renaissance, por el cual se proponía  el desarrollo integral del continente africano, superando  los desafíos históricos del colonialismo, la pobreza, la desigualdad y los conflictos. Aspiraba a construir un futuro próspero y equitativo para todos los africanos. Asimismo, junto con Olusegum Obasanjo de Nigeria y el Presidente senegalés Abdoulaye Wade, fueron los artífices de la New Economic Partnership for African Development (NEPAD) y su Mecanismo de Revisión por pares (peer review mechanism).

Ejemplos del creciente protagonismo de Sudáfrica en los foros continentales lo constituyen datos como ser sede de la Secretaría de la NEPAD, del Mecanismo de Revisión de Pares de la AU (APRM) y del Parlamento Panafricano. Así también la elección de Sudáfrica como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas como representante del continente africano en el periodo 2011-2012 , de Nkosazana Dlamini-Zuma  como presidente de la UA entre 2012- 2017 y del sudafricano Thembinkosi Mhlongo como Secretario Ejecutivo Adjunto de la SADC, dan muestras del mencionado  activismo. 

Dlamini-Zuma, ex Ministra de RREE, fue la primera mujer en ocupar la presidencia de la AU. Su gestión promovió la Agenda 2063 y una mayor autonomía financiera de la UA. Fue clave en el impulso a la integración continental y en los debates sobre la creación de una fuerza africana de respuesta rápida. Cyril Ramaphosa ocupó la presidencia rotativa en 2020.

Otro de los principios  defendidos por los gobiernos sudafricanos es el medio ambiente, principalmente en el contexto de las conferencias de Medio ambiente de UN. Sudáfrica fue sede de la COP17 en Durban (2011)  y ha sostenido una presencia regular en foros climáticos multilaterales, promoviendo posiciones comunes africanas.

También Sudáfrica participa del Grupo BASIC, compuesto por Brasil, Sudáfrica, India y China, formado por un acuerdo el 28 de noviembre de 2009 para actuar conjuntamente en la cumbre climática de Copenhague, incluida una posible salida unida si las naciones desarrolladas no cumplían su posición mínima común.

En cuanto a la paz y seguridad internacional, Sudáfrica es miembro de la Zona de Paz y Cooperación del Atlántico Sur (ZPCAS), junto a los países ribereños del Atlántico Sur , tanto de África como de América Latina, foro con continuidad dispar, pues las reuniones ministeriales de este grupo han sido intermitentes debido a problemas domésticos de los estados miembro.

BRICS y el Sur Global

Desde su incorporación al grupo BRICS en 2011, Sudáfrica ha buscado posicionarse como la “voz africana” en este bloque, que hasta 2024 incluía a Brasil, Rusia, India y China. Fue la única representante de África hasta la reciente incorporación de Egipto y Etiopia en 2024. 

Su participación en BRICS le ha permitido diversificar sus alianzas internacionales, acceder a financiamiento alternativo (como el Nuevo Banco de Desarrollo) y promover una reforma del orden internacional dominado por potencias occidentales a través de una nueva arquitectura financiera global más representativa del Sur. 

En el mes de marzo de 2013, el Presidente Jacob Zuma fue anfitrión en Durban de la V Cumbre de los BRICS: “BRICS and Africa: Partnership for Development, Integration and Industrialisation”, primera reunión en el continente africano, que coincidió con el 50 aniversario de la UA otorgándole aun mayor importancia. 

También en 2023 Sudáfrica también fue sede de otra Cumbre de los BRICS en Johannesburgo, —donde se anunció la expansión del bloque— consolidando su imagen de interlocutor privilegiado del Sur Global. Posee una oficina regional africana del Nuevo Banco de Desarrollo en Johannesburgo,  logrando la incorporación de funcionarios sudafricanos en cargos técnicos y administrativos de la institución.

Si bien la participación en BRICS le ha permitido mantener otro nivel de alianzas y beneficios con socios como Rusia y China, también le ha traido situaciones de incomodidad con sus tradicionales socios occidentales: la Unión Europea y Estados Unidos. Con respecto a la guerra en Ucrania, Pretoria ha reiterado su neutralidad y su llamado al diálogo, pero su negativa a condenar explícitamente a Moscú y su participación en ejercicios militares conjuntos con Rusia y China en 2023 despertaron críticas internas e internacionales. A pesar de ello, Sudáfrica ha buscado mantener un delicado equilibrio, reiterando su compromiso con el derecho internacional y sosteniendo el diálogo con todas las partes.

También le ha provocado problemas con Occidente su apoyo a Palestina, con el proceso iniciado  contra el Estado de Israel el 29 de diciembre de 2023, conocido como Aplicación de la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio en la Franja de Gaza (Sudáfrica contra Israel), que  refiere a presuntas violaciones por parte de Israel de sus obligaciones en virtud de la Convención sobre el Genocidio de 1948 y el derecho internacional en relación con los palestinos en la Franja de Gaza. 

A remarcar en este contexto el deterioro de la relación con Estados Unidos a partir del retorno de Donald Trump a la presidencia y su nueva preocupación por el rol de los BRICS , China y la competencia comercial, aplicando castigos arancelarios a quienes no negociaran en los términos propuestos por Washington.

Las mencionadas  denuncias sudafricanas contra Israel ante la Corte de Justicia  Internacional y una nueva Ley de Expropiación de Tierras sin Compensación, aprobada en 2025, iniciaron la crisis diplomática que llevó a Estados Unidos en marzo de este año a expulsar al embajador sudafricano, Ebrahim Rasool, por el voto de Sudáfrica en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas a favor del reconocimiento de Palestina como Estado miembro pleno. 

A ello se sumó una “inhóspita” recepción a Ramaphosa en la Casa Blanca, donde Trump reiteró acusaciones de “genocidio blanco” contra Sudáfrica e impuso restricciones migratorias específicas hacia ciudadanos sudafricanos, justificadas por motivos de seguridad nacional y control fronterizo. Finalmente, complejizó más la relación cuando a partir de abril de 2025 impuso un arancel del 31% a productos sudafricanos -incluyendo automóviles, acero y cítricos- bajo el argumento de corregir desequilibrios comerciales mediante una política de “tarifas recíprocas”.

Su participación en BRICS le ha permitido diversificar sus alianzas internacionales, acceder a financiamiento alternativo (como el Nuevo Banco de Desarrollo) y promover una reforma del orden internacional dominado por potencias occidentales a través de una nueva arquitectura financiera global más representativa del Sur. 

Inserción económica internacional

Con respecto a Comercio e inversiones, Sudáfrica participa de múltiples acuerdos comerciales: entre los más importantes, el Acuerdo de Libre Comercio Continental Africano (AfCFTA), la unión aduanera SACU, y convenios con la Unión Europea. Su inserción internacional es, por tanto, amplia, pero también condicionada por sus crisis internas, que atentan contra la llegada de nuevas inversiones.

Un dato  relevante desde la perspectiva argentina y sudamericana, lo constituye el Acuerdo de Comercio Preferencial entre Mercosur y SACU (Unión Aduanera del Africa Austral, formada por Sudáfrica, Namibia, Lesotho, Swazilandia y Botswana) que apunta a promover el comercio entre ambos grupos con tarifas preferenciales sobre aproximadamente 1000 productos. Este acuerdo marco que se firmó en diciembre de 2004 en Belo Horizonte, Brasil, debió sufrir un largo proceso de negociaciones, hasta su entrada en vigor  el 1 de abril de 2016.

En términos económicos, Sudáfrica mantiene una estructura exportadora dominada por productos primarios e industriales, con una fuerte orientación hacia los mercados asiáticos y occidentales. China es, desde hace años, su principal socio comercial, absorbiendo más del 10% del total exportado por el país, en su mayoría minerales como el hierro, el oro, el platino y el carbón. Le siguen Estados Unidos (alrededor del 8%), Alemania, India y Japón, que importan tanto materias primas como manufacturas, en particular vehículos, maquinaria y productos agroindustriales. También destacan los vínculos con el Reino Unido y los Países Bajos, que operan como puertas de entrada hacia el mercado europeo, especialmente para productos como vino, frutas y metales preciosos. A pesar de su pertenencia al continente africano, los socios regionales tienen menor peso en términos absolutos, aunque cumplen un rol relevante en la diversificación comercial del país, sobre todo dentro de la SADC.

En cuanto a sus importaciones, Sudáfrica depende en gran medida de bienes manufacturados provenientes de Asia y Europa. China se consolida como su mayor proveedor, con una participación superior al 20% del total importado, concentrada en maquinaria, productos electrónicos, textiles y bienes de consumo. Le siguen Alemania (aproximadamente 10%) y Estados Unidos, que exportan hacia Sudáfrica vehículos, productos farmacéuticos, químicos y equipos industriales. India también ocupa un lugar destacado como fuente de petróleo refinado, medicamentos y tecnología. En el ámbito energético, Sudáfrica importa crudo y derivados principalmente de Arabia Saudita y Nigeria, lo que refuerza su dependencia de proveedores externos en este sector. En menor medida, recibe insumos de países africanos vecinos, en el marco de acuerdos regionales, aunque el comercio intraafricano sigue representando una porción acotada del total importado.

 La inversión extranjera directa ha estado fuertemente concentrada en sectores como minería, telecomunicaciones y energía. Sin embargo, la dependencia de exportaciones de productos primarios hacia China ha generado preocupaciones sobre la reprimarización de la economía y la pérdida de soberanía tecnológica. Los países de la UE también tienen inversiones mucho mayores en Sudáfrica, y muchas empresas europeas llevan mucho tiempo operando en el país. En Sudáfrica operan entre 1.000 y 2.000 empresas de la UE, que en conjunto poseen casi la mitad del total de la inversión extranjera directa (IED) en el país y mantienen más de 500.000 puestos de trabajo.

Sudáfrica mantiene una Asociación Estratégica Global con China (al igual que muchos otros países africanos), y el número de empresas con inversión china en Sudáfrica ha aumentado. Pero aunque el stock de IED china ha crecido, sigue siendo inferior al 4% del stock total de Sudáfrica, frente al 48% en el caso de la UE.

China plantea a Sudáfrica dos retos existenciales. El primero es el desequilibrio creado por el hecho de que Sudáfrica exporta en gran medida materias primas e importa de China productos manufacturados y otros artículos de mayor valor. En segundo lugar, China es el mayor competidor regional de Sudáfrica, y el alud de productos chinos ha sido clave para la desindustrialización sudafricana y regional.

Sin embargo, el futuro del comercio exterior sudafricano y de su economía no está en Europa, China o EE.UU., sino en África. El comercio con las naciones africanas representa parte de las exportaciones sudafricanas, lo cual subraya el papel del país en el comercio regional, sobre todo para fomentar las exportaciones de valor añadido y ampliar su influencia en toda África. Aunque no es tan grande en términos absolutos como el comercio con Asia o Europa, el comercio intraafricano se ajusta estratégicamente a los objetivos industriales y geopolíticos de Sudáfrica.

El comercio regional podría ser el pilar de la estrategia comercial sudafricana, a través de la Zona de Libre Comercio Continental Africana. La región de la Comunidad para el Desarrollo del África Austral representa en torno al 20%-25% de las exportaciones totales de Sudáfrica, que disfruta de un importante superávit comercial con la mayoría de los países africanos.

El comercio regional también está muy orientado hacia las exportaciones de valor añadido, de modo que los vehículos, la maquinaria, los alimentos procesados, los materiales de construcción y los productos petroquímicos dominan las exportaciones a los países africanos. El comercio con África contribuye a sostener la industria manufacturera sudafricana y el empleo industrial.

Sudáfrica está preparándose para ello. Como puerta de entrada para las inversiones, informa a la comunidad de negocios que su gobierno posee el know how necesario para asegurarles buenas oportunidades y asociaciones beneficiosas. Además la economía sudafricana se describe como “conectada con el mundo” y particularmente integrada en la región de África austral y del continente en su conjunto

Consideraciones finales

Desde su reinserción plena en la comunidad internacional en 1994, la política exterior de Sudáfrica ha oscilado entre el idealismo transformador heredado del legado de Nelson Mandela y las tensiones pragmáticas derivadas de un entorno geopolítico cada vez más complejo. Durante más de tres décadas, el país ha buscado proyectarse como un actor comprometido con el multilateralismo, la paz, la integración africana y la cooperación Sur-Sur, combinando aspiraciones de liderazgo moral con la búsqueda de beneficios estratégicos.

La participación sudafricana en posiciones de liderazgo en organismos regionales y globales —desde la Unión Africana y el BRICS hasta agencias de Naciones Unidas— ha sido una herramienta central en esta estrategia de inserción internacional. No obstante, esta activa participación en espacios multilaterales convive con limitaciones materiales y tensiones internas que restringen la capacidad de acción internacional del país. La desigualdad persistente, los desafíos energéticos y las crisis de gobernabilidad limitan su proyección como potencia regional consolidada. Aun así, el país sigue siendo un actor central en la articulación de voces del Sur Global, defendiendo una reforma profunda del sistema internacional que favorezca una representación más justa y equitativa.

La política exterior sudafricana en los últimos años ha mostrado una tensión entre la búsqueda de continuidad en su histórica vocación multilateral y panafricana, y los intentos por reposicionarse estratégicamente en un escenario internacional cada vez más marcado por la competencia geopolítica entre potencias. Si bien el país ha mantenido su compromiso con los principios que históricamente guiaron su inserción internacional desde el fin del apartheid —como la promoción de los derechos humanos, el multilateralismo y la cooperación Sur-Sur—, los recientes desarrollos internos y externos han matizado estas orientaciones. 

No obstante, debe fortalecerse la agenda externa sudafricana que  hoy se asienta  en 4 pilares: Sudáfrica como puerta de entrada al África, Sudáfrica como voz del sur global, Sudáfrica como socio económico estratégico y Sudáfrica  como armador de puentes. Sudáfrica debe poner en ello todas sus aptitudes desarrolladas tanto con su hardpower como con su soft power. 

En el actual contexto de fragmentación del orden internacional y de reconfiguración del Sur Global, Sudáfrica enfrenta el desafío de redefinir su rol: mantener su capacidad de articulación como potencia intermedia sin desdibujar sus compromisos normativos, sostener el equilibrio entre sus alianzas tradicionales y emergentes, y reforzar su credibilidad internacional mediante una mayor coherencia entre sus posiciones exteriores y su desempeño interno. En definitiva, su política exterior continúa siendo un espacio en disputa donde se reflejan tanto las aspiraciones de un proyecto de país como las contradicciones de su realidad contemporánea.

En el actual contexto de fragmentación del orden internacional y de reconfiguración del Sur Global, Sudáfrica enfrenta el desafío de redefinir su rol 

Algunas referencias Bibliograficas

DIRCO (2011). White Paper on South Africa’s Foreign Policy: Building a BetterWorld: The Diplomacy of Ubuntu. Disponible en: http://www.gov.za/sites/www.gov.za/files/foreignpolicy_0.pdf

DIRCO  (2024) Address by DIRCO Minister Ronald Lamola on SA’s Foreign Policy, SAIIA, july 12, 2024

https://saiia.org.za/research/address-by-dirco-minister-ronald-lamola-on-sas-foreign-policy/

Lechini, Gladys “Política exterior de Sudáfrica con especial referencia al gobierno de Zuma. Principios e intereses en la cooperación Sur-Sur con África” en Cuadernos de Política Exterior Argentina, 123, enero-junio, 2016, CERIR, Rosario,  págs 41-62, ISSN 0326-7806 . Disponible en: http://www.cerir.com.ar

Lechini Gladys, Marchetti Aguastina “Latin America and South Africa in the 21st century: a romance with no future? The cases of Brazil, Argentina and Venezuela (en coautoria con Agustina Marchetti) en  Gian Luca Gardini (edited by) External Powers in Latin America. Geopolitics between Neo-extractivism and South-South Cooperation, Routledge, 2021. Pags 235-248. ISBN:  978-0-367-36859-3;  293 pags

https://www.routledge.com/External-Powers-in-Latin-America-Geopolitics-between-Neo-extractivism-and/Gardini/p/book/9780367368593.

Carla Morasso y Agustina Marchetti. Las políticas de Cooperación Sur-Sur en África contemporánea: una aproximación desde el caso sudafricano... Universidad de Los Andes, Mérida. Año 18, Nº 34. Enero-Junio, 2023. pp. 67-87.