«Pese a lo que quiere la concentración económica, la clase trabajadora va a seguir existiendo»

Carlos Monestés nació en Rosario, pero de joven vivió en la Córdoba agitada de los años sesenta y setenta. Se recibió de licenciado en letras y tuvo una experiencia en el sindicalismo combativo de aquellos años. Dirigente gremial de los docentes hoy es el secretario de Derechos Humanos de la CTA de los trabajadores de la Ciudad Autónoma de Buenos de Buenos Aires. En la siguiente entrevista hace un repaso sobre la historia más combativa de la clase trabajadora argentina y analiza las transformaciones en el mundo del trabajo. 

por Agustín Di Toffino

¿Cómo fueron tus primeros pasos en la militancia gremial en la Córdoba de los años 60 y 70? 

Siempre que me acuerdo de esos años lo primero que hago es agradecer profundamente al proletariado cordobés, al movimiento obrero cordobés, por la experiencia que viví. Yo era estudiante de la Escuela de Letras en la Universidad Nacional de Córdoba, estaba terminando la carrera. Y en esos años, sobre todo después del 29 de mayo de 1969, con el Cordobazo, muchos jóvenes con el impulso de la clase trabajadora nos fuimos a trabajar junto con los laburantes.  Yo no tenía idea de que existían los obreros, la clase obrera. En ciudad universitaria teníamos el comedor universitario, comíamos muy rico y gratis y todo gracias al Estado. ¿Y a dónde íbamos los estudiantes después de comer allí? A la puerta de la fábrica Kaiser, que nos quedaba cerca. Entonces en ese lugar yo vi algo que nunca había visto en mi vida: 3.000 o 4.000 obreros que salían cuando se abrían las puertas de la fábrica y no terminaban de aparecer. Yo me preguntaba ¿Qué es este fenómeno de los trabajadores? Ellos se subían a los colectivos para regresar a sus casas y nosotros nos subíamos también, lo acompañábamos y ahí interveníamos políticamente. Cada estudiante tenía una militancia política pero te imaginaras que algunos obreros, luego de nueve horas de laburo lo que querían era descansar y se dormían en el colectivo. Era un viaje desde la fábrica hasta el centro de la ciudad de Córdoba y en esos 40 minutos nosotros arengábamos con nuestras ideas y repartíamos volantes. Era un contacto muy rico. Yo en ese momento militaba en el Malena (Movimiento de Liberación Nacional), que tenían una línea política para los estudiantes pero no tenía política para el movimiento obrero, pero lo más importante para mí era descubrir a la clase obrera. 

Yo era estudiante de la Escuela de Letras en la Universidad Nacional de Córdoba, estaba terminando la carrera. Y en esos años, sobre todo después del 29 de mayo de 1969, con el Cordobazo, muchos jóvenes con el impulso de la clase trabajadora nos fuimos a trabajar junto con los laburantes. 

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¿Si tenes que destacar los rasgos principales de esa clase trabajadora de Córdoba, que dirías?

Había una Córdoba combativa, incluso antes del Cordobazo. Lo que aparece en ese contexto es un nuevo obrero industrial, que es una característica del cordobés, ¿cómo surgió? La Córdoba de décadas anteriores eran de talleres, de pequeñas fábricas, pero con el paso del tiempo se da un salto al trabajo en serie en la industria. El trabajo donde uno depende del otro en la línea de producción y ese laburo que se hace no es tan aislado, sino que depende del vínculo con tus compañeros. Entonces la fábrica empieza a tener otra dimensión. El obrero industrial nace con las llegadas de las grandes fábricas. En la Córdoba de la década del sesenta se empieza a dar este movimiento en donde la fábrica pasa a tener una centralidad, antes no había vida de fábrica. Y ahora hay vida de fábrica y orgullo de fábrica y de ser proletario. 

¿Y cómo se daba el vínculo entre los trabajadores y el resto de la sociedad? Muchos testimonios hablan de la legitimidad que tenían los trabajadores después del Cordobazo.

Recuerdo que en esos años ibas a un comercio y capaz que había uno con un uniforme de trabajo. “Ay, señor, ¿quiere algo?”, le preguntaban y le dejaban pasar en la fila ¿Por qué? Porque sabían que era un obrero industrial. Había como una reverencia hacia el trabajador con el overol, porque entre otras cosas significaba que era bien remunerado. Y cuando cobraban los operarios de las automotrices se movía toda la economía. La libreta del almacenero se saldaba en ese momento. Entonces ese personaje, que era un obrero, tenía en Córdoba una presencia muy fuerte.  “¿Dónde trabajas en Kaiser? Ah, está bien, te doy el crédito”, le decían y los trabajadores accedían a cualquier crédito, como  para comprar un terrenito. Trabajar en esas fábricas  ya te facilitaba una posición social que hoy obviamente es totalmente distinta. Inclusive en mi caso, durante muchos años yo salía a hacer las compras, iba a la avenida principal de mi barrio o iba al centro, vestido con el overol directamente.

¿Vos ya habías pasado de ser un estudiante de letra recién recibido a ser un trabajador industrial?

En 1970 ingreso a trabajar a Ideal Arcor, una empresa gráfica, con esa búsqueda de seguir los pasos de los trabajadores y pude experimentar lo que significa trabajar en una fábrica. Porque lo que se va dando con fuerza es un fenómeno con las fábricas en Córdoba que empieza a tener bastante relevancia. No es que la fábrica sustituyó al barrio, al club, pero desarrolla internamente un compañerismo y una centralidad fuerte. Yo te salgo de garantía a vos, vos me salís de garantía a mí. Yo tengo de ahijada a la hija de un compañero de trabajo. El domingo vamos todos los compañeros a hacer la loza en tu casa. Ese compartir es la vida fabril. Y en la vida fabril empezó la vida sindical como un ámbito de actuación de los trabajadores. Por eso muchas fábricas comienzan a organizarse sindicalmente y una de esas fábricas es la nuestra. Antes había habido muchos intentos de organización gremial, pero todos terminaban con despidos. La patronal se daba cuenta que los trabajadores se estaban por organizar y echaban a los activistas.

¿Cómo lograron organizarse en la fábrica? Qué recuerdos destacas de tu primera experiencia laboral y gremial? 

Uno aprende que lo importante es luchar pero también lo importante son los métodos de lucha. Por ejemplo, el primer paso era parar la fábrica. Parar significa parar la producción. Parar la producción significa que la máquina no te da plusvalía, que la máquina este quieta, eso desespera a los de arriba. Y pasa que cuando el obrero está fuera de la máquina se pregunta “¿Quién soy yo acá en este momento?”. La máquina no funciona, ahora soy una persona. No estoy ahí alienado con la producción. En una fábrica hay ruido pero cuando se paran las máquinas el sonido va descendiendo. En un momento no se escucha a nadie y es como que hay un reencuentro entre los trabajadores. Entonces uno puede hablar con el que está atrás. Hay una alegría muy grande. Vos apretás un botón y la máquina anda. Si no apretás un botón esa máquina que produce platita pasa a ser un objeto inerte, inerme. Era un poder que tenía el trabajador. Es un poder decir no voy a apretar el botón. Ese poder empezó a existir en esta época. Es el empoderamiento del sujeto trabajador. Para todo eso, es importante la organización. Entonces, para organizar esa lucha al comienzo tenes que ser clandestino. Si se entera la patronal mañana te despide. En la fábrica estuvimos un año siendo sindicalmente clandestinos. Éramos nueve. Nos veíamos en otro lado. Todo esto para en un momento poder parar la fábrica junto al resto de los trabajadores. Teníamos dos posibilidades: vencer o perder. ¿Y qué pasó? Vencimos y logramos imponer nuestro pliego de reivindicaciones.

 Y esa clase trabajadora a la que te incorporas, que viene de protagonizar grandes luchas ¿Qué deseos tenían? ¿Cómo se proyectaban?

Como sabemos los trabajadores que provocan estos acontecimientos como el Cordobazo no eran los trabajadores más sumergidos sino los mejores pagos. Sin ser una aristocracia obrera. Hay que ver una cosa previa, que es cómo surge una nueva clase obrera, una clase obrera en transición, que no es la clase obrera de Buenos Aires. La clase obrera de Buenos Aires, con sus grandes fábricas en la época de Perón, venía de otra matriz, más vinculada a la resistencia peronista, los conceptos del peronismo estaban más instituidos. El proletariado cordobés, en parte, nace de otra historia. Eran jóvenes, generalmente de los alrededores de Córdoba, que hacían su primera experiencia laboral, cobraban su primer sueldo y su participación no estaba tan abonada por la experiencia de Buenos Aires. Entonces, en un sentido fue una nueva experiencia y se daba una participación en muchas cosas, digamos, era un combo. La gente que trabajaba en la fábrica era como que incorporaba esa marca, por ejemplo, Ika Renault. Pero eso no dejaba de potenciar su sentimiento de clase, su identidad como clase. O sea, por un lado se englobaba dentro de una automotriz que tenía mucho peso en la sociedad, cosa que compartía, pero por otro lado desarrolló también una independencia que se expresaba en sus luchas.  

Los trabajadores que provocaron acontecimientos como el Cordobazo no eran los trabajadores más sumergidos sino los mejores pagos. Sin ser una aristocracia obrera. Hay que ver una cosa previa, que es cómo surge una nueva clase obrera, una clase obrera en transición.

En esos tiempos los trabajadores a través de sus acciones incidieron en la agenda política del país. Se vivía en dictaduras militares o gobiernos democráticos muy débiles., ¿Cómo se logró cambiar la correlación de fuerza con ese poder de entonces? 

Yo creo que aportó mucho lo que pasaba afuera de la fábrica. A nivel nacional y en el mundo. En 1966 se había producido el asesinato del estudiante Santiago Pampillón y también se asesinaron a otros compañeros. Se dan puebladas en todo el país, los Azos, como el Rosariazo, el Choconazo que se da en febrero del 69. Había muchos conflictos y movilizaciones a nivel nacional, no solamente en Córdoba. La situación política internacional también es relevante. El Che Guevara había sido fusilado en Bolivia en el 67, la matanza de Tlatelolco en el 68, entre otros acontecimientos. La iglesia, se une a los sectores progresistas, el mundo cambia. En esa época es como si la historia se hubiera acelerado. Y el obrero en una fábrica común de Córdoba empezaba a percibir su realidad en ese marco.  Y en ese contexto se dan las caídas de las dictaduras. El Cordobazo quiebra a la dictadura de Juan Carlos Ongania, por más que se haya quedado un año más, ya en el país había otro clima. Y después asume Alejandro Lanusse el poder militar, encarnaba otro proyecto, distinto a Ongania. Lanusse padeció la presión por la democracia y por la vuelta del peronismo,  la resistencia peronista aún estaba bullendo. Y no tuvo más remedio que pensar en una salida democrática por todos esos movimientos que se están dando.

En paralelo a toda esa conflictividad, al interior del movimiento obrero, surgen debates y posicionamientos en torno al modelo sindical

Eso lo expresa bien la aparición de la CGT de los Argentinos en 1968, encabezada por Raimundo Ongaro de la Federación Obrera Grafica Bonaerense  y Agustín Tosco de Luz y Fuerza de córdoba, y muchos otros gremios que acompañan. Se empieza a dar una apertura de articulación de los trabajadores con otros sectores. La unidad de obreros y estudiantes en muchas luchas marca esa nueva articulación que antes hubiera sido impensada. Pero es un sindicalismo que no solamente les abre las puertas a los estudiantes. Por ejemplo con el mundo intelectual, con artistas, también se da una relación interesante, está la experiencia de Tucumán Arde. En muchos sindicatos se empieza a interpelar, a dar un debate, y ciertas estructuras monolíticas se  resquebrajan, se ponen en cuestión.

Otro punto de referencia que surge en esos años es el sindicalismo clasista, que se hace muy fuerte en Córdoba. ¿Qué analizas de ese fenómeno?

Córdoba es posible que haya sido la capital del clasismo. Ya en los 70 con los Sindicatos SITRAC y SITRAM y luego en el 72, con el triunfo de Rene Salamanca en el Smata, que fue un hecho sumamente importante. El clasismo tuvo su presencia. Yo quiero hacer una definición de clasismo porque creo que el verdadero clasismo no es el que solamente defiende estrictamente los derechos en sí de los trabajadores, sino que además une los derechos de los trabajadores con el pueblo. El verdadero clasismo no puede pelear solo para que en una fábrica consiga mejoras, también tiene que tener una repercusión a nivel nacional. En eso, creo, tuvieron que ver mucho las diferentes formaciones de la izquierda que se fueron acercando y rodeando al clasismo, incluso llegando desde Buenos Aires a las fabricas metalúrgicas de Córdoba. Pienso que estructuras que subsistieron más, como la de Tosco, que se referenciaba en el sindicalismo de liberación o la de Atilio López, peronista,  llegaron a formar en Córdoba como una especie de ADN. Podes estar de acuerdo o no con ellos, pero reconoces que tuvieron una trascendencia y una dimensión política importante. El clasismo ganó en muchas fábricas y tuvo fuerte presencia. Pero fue una experiencia más efímera, su inserción fabril fue muy importante porque fue como la levadura, fue como el germen de un despertar. Pero que después, en términos políticos, no pudo sostenerse. No digo que sean mejores o peores, cumplieron más un rol de presencia política,  pero no quizás de prorrogarse en un plazo mucho más grande. Entonces yo creo que eso tiene que ver con que el clasismo y los partidos de izquierda que los rodearon no tuvieron mucha capacidad para incorporarse en un proceso más nacional, más global. 

Córdoba es posible que haya sido la capital del clasismo. 

Hay un concepto que habla de los sindicatos como correas de trasmisión para que las memorias de esas luchas pasadas puedan ser preservadas con el paso del tiempo ¿Cómo es posible trasmitir esas narrativas de luchas a las nuevas generaciones de trabajadores?

Lógicamente hay un cambio generacional. Siempre los cambios generacionales se dan. Es todo un desafío. El querido compañero Victorio Paulón decía que “Tenemos trabajadores del siglo veintiuno y dirigentes del siglo veinte”.  Yo creo que un punto de partida para trasmitir el legado a las nuevas generaciones es trabajar fuerte los cinco programas históricos del movimiento obrero argentino. Tenemos el programa de la Falda en 1957, el de Huerta Grande en 1962, el de la CGT de los Argentinos 1968. Y en democracia están el de la CGT de Saúl Ubaldini en 1985 y el que fue leído en Plaza Mayo en el 2022 y lleva la firma de la CGT, la CTA de los Trabajadores y la CTA Autónoma. Tenemos cinco programas históricos. Obvio que los primeros programas están pensados para otro país. Pero es interesante que el último programa que se leyó en Plaza de Mayo tiene tres elementos importantes nuevos. El programa habla de la justicia, y plantea una nueva ley y una reforma judicial. También se pronuncia sobre los medios de comunicación, tuvimos una ley de comunicación que al final se fue al diablo, pero hay que seguir luchando por la democratización de los medios. Y también plantea el problema alimentario, ningún programa histórico que había antes hablaba del hambre. Se declamaba por expropiar, reformar, nacionalizar, pero ahora está el problema de la garantía alimentaria. Los dirigentes sindicales tienen que articular con los trabajadores estas definiciones cuando se discute como nos posicionamos en esta nueva época; y deben readecuar y resignificar los programas históricos a las realidades y problemáticas actuales, como el teletrabajo y el uso de las tecnologías.

¿Y después que pasaron más de 50 años de aquellas experiencias, como ves a la clase trabajadora hoy?

Cuando pensamos sobre la clase trabajadora en el presente hay que analizar los cambios que experimenta el trabajo a nivel internacional. Hoy vivimos a nivel mundial una concentración del capital muy profunda. Estamos en una concentración del capital distinta a aquella época, porque en esos años el capital se podía dar el lujo de tener procesos donde existía una mediana industria, se permitían delegados y el funcionamiento a nivel sindical. Y el trabajo se organizaba y era un factor de poder. Eso en su momento estaba dentro de la propia matriz capitalista. Pienso que la concentración del capital que está ocurriendo desde hace unos años tiene como objetivo destruir el trabajo. Que el trabajo no exista y que no haya organización de los trabajadores. Que no haya sindicatos, que no haya trabajadores. O sea, esta voluntad del sistema económico capitalista explica parte de lo que pasa con la clase trabajadora en el presente. No se puede desconectar este interés del sistema capitalista con las adversidades que vemos en todo el mundo. Pese a lo que ellos aspiran, el trabajo y los trabajadores van a seguir existiendo.

En muchos discursos que se generan desde los espacios de poder está presente un sentido deshumanizador de las relaciones sociales ¿Cómo análisis el presente que estamos atravesando en términos políticos? 

Yo creo que es una política del imperio de llevarte hacia el abismo. Crean el caos social y que cada persona se ponga en el sálvese quien pueda y llevarte a la desesperación. Eso es lo que estamos viviendo ahora, incluso los pibes que pueden votar a este gobierno actual no saben si el día de mañana tienen un trabajo. Creo que es una condición social de una nueva época del capitalismo a nivel mundial. Esto pasa en todos los países. Ahora, ¿cómo salimos de esto? Yo pienso que tenemos que discutir la función del Estado. Nosotros no somos estatistas programáticos y dogmáticos. Pero el tema de fondo es el rol del Estado. Sino cómo se organiza el mundo. Una empresa no puede organizar el mundo. Toda empresa no es que sea mala moralmente, pero su esencia es tener ganancias, una empresa que no de ganancias no existe. Pero no le pidas más nada. Un país con una visión antiestatal no puede ir adelante. Sin el Estado no hay posibilidad de avanzar. Cuando asuma un gobierno distinto al que tenemos ahora, tiene que fortalecer el Estado sin miedo, porque no hay otra posibilidad para crecer y dar respuestas a los problemas. 

Los pibes que pueden votar a este gobierno actual no saben si el día de mañana tienen un trabajo. Creo que es una condición social de una nueva época del capitalismo a nivel mundial.