Escatología tecnológica
En este texto, el autor indaga cómo, partiendo de Peter Thiel, la tecnología, lejos de ser neutral, se sostiene en un trasfondo teológico-escatológico heredado del judeocristianismo. Desde la Edad Media, cuando las artes mecánicas unieron lo mundano y lo sagrado, la técnica se volvió una vía de redención y a la vez un motor de aceleración del tiempo: milenarismo, apocalipsis, parusía. Una operación que puede leerse en sintonía con lo que Yuk Hui denomina “cosmotécnica”: la articulación entre lo cósmico y lo moral a través de prácticas técnicas. Torroja muestra cómo, en la experiencia medieval, esa articulación se concretó en la unión entre lo mundano y lo religioso mediante las artes mecánicas, reactivando de algún modo la escatología del Antiguo Testamento.
por Pio Torroja
En la entrevista "A Mind‑Bending Conversation with Peter Thiel", emitida el 26 de junio de 2025 en el podcast Interesting Times with Ross Douthat, el columnista de The New York Times dialoga con Thiel sobre el estancamiento tecnológico, lo cual inevitablemente lleva a Thiel a sus recurrentes reflexiones en torno a los fundamentos del cristianismo. Se lo ve a Thiel vestido casualmente con una remera marrón desvaída y zapatillas blancas, muy flaco. Es imposible decidir si está ausente o demasiado presente en la conversación. Sobrevuela una sensación de delay en sus respuestas. Douthat le pregunta por conceptos como “apocalipsis”, “armageddon” y “anticristo”, que aparecen reiteradamente en sus últimos textos y presentaciones, lo que conduce a una pregunta inevitable y obvia:
"Sos un inversor en inteligencia artificial. Estás profundamente involucrado en Palantir, en tecnología militar, en tecnologías de vigilancia y de guerra, y demás. Y simplemente me parece que, cuando me contás una historia sobre el Anticristo llegando al poder y usando el miedo al cambio tecnológico para imponer orden en el mundo, siento que ese Anticristo tal vez estaría usando las herramientas que vos estás construyendo… ¿No sería esa la ironía de la historia: que el hombre que públicamente advierte sobre el Anticristo termine acelerando su llegada, sin querer?"
Sobreviene un tartamudeo previsible, dado la particularidad de su carácter, pero políticamente muy riesgoso, que permite que a Douthat repreguntar: "¿No sería esa la ironía de la historia: que el hombre que públicamente advierte sobre el Anticristo termine acelerando su llegada, sin querer?"
Dice Thiel: “Hay diferentes gradaciones de esto que podríamos describir”. La respuesta débil de Thiel se desdibuja en un silencio; se diría por la expresión de su cara que le cuesta captar la ironía, o que le resulta inaudito que le enrostren sus contradicciones; causa sorpresa lo aparentemente poco preparado que estaba para la pregunta, quizás la consideraba tan recónditamente ilógica que no era esperable. Se cristaliza uno de esos incómodos momentos en donde la inteligencia y la alta capacidad intuitiva se funden con la desorientación y la ingenuidad.
Es como si estuviéramos viendo a los estereotipos del emprendedor de Silicon Valley que el mismo Thiel describe en una entrevista con Tyler Cowen de 2015. Ahí decía: que “aparentan padecer una forma leve de Asperger, como si les faltara el gen de la imitación y la socialización” a lo que agrega “que aquellos de nosotros que no padecemos Asperger estamos en una desventaja enorme”. Es en esta mezcla de contradicción y literalidad donde parece ocultarse Thiel y en donde sus ideas o impulsos son más intensos. Lo interesante de la pregunta es que despliega el núcleo donde chocan política, religión y tecnología.
Los polos de esta tensión podría ser representado por Gotham -el sistema masivo de análisis de datos orientado a la defensa del 2008, nombre que perfila un claro realismo sucio, un cierto nihilismo o cinismo- y por el otro Unity Biotechology la idealista empresa que impulsa Thiel en 2011, que persigue el “desbloqueo de los secretos del rejuvenecimiento”, la eternidad por medios tecnológicos. Esta polarización estrutura todos los intereses y los desarrollos de Thiel, de un lado una intensa acción política y tecnológica. Palantir, la empresa que co-fundó con Alex Karp, es el primer proveedor análisis de datos para al ejército y la inteligencia, es proveedora de ejército Ucraniano y del de Israel, que permite el desarrollo de inteligencias artificiales para la determinación de objetivos y proceso de decisión, el desarrollo de MOSAIC, un software de análisis masivo de datos para detección de patrones terroristas, usado indirectamente en el ataque de EEUU a las instalaciones nucleares iraníes.
Su rol como armador político y como mentor de J.D. Vance, también es otro dato clave que marca su poder hoy. Del otro lado, una presencia constante en el debate religioso y filosófico que apunta a una conceptualización de gran alcance de la política norteamericana. Su relación con el pensamiento del filósofo catolico René Girard, con la obra antimoderna y elitista de Leo Strauss, con el siempre polémico Carl Schmitt, y una larga lista de pensadores y foros; todo esto en continuidad con su recurrencia incansable a los textos bíblicos.
Los textos de Thiel no carecen de esta tensión, y a veces parecen confundir la literal con lo figurado. Como decía en su ensayo del 2004, "The Straussian Moment", se trata de una “necesidad de menos transparencia” para un pensamiento verdadero y por tanto radical que puede entonces ser riesgoso para el mismo filósofo y su ciudad. Se trata de producir “un modo de escritura “esotérico” en el que su “literatura no se dirige a todos los lectores, sino únicamente a lectores confiables e inteligentes”, es decir de consolidar una élite sin interferencias.
¿Es en esta clave esotérica que en la entrevista Thiel enfrenta al anticristo con el Armageddon o es una referencia literal? Dice Thiel:
"La forma en que el Anticristo se apoderaría [hoy] del mundo es hablando del Armagedón sin parar. Es lo opuesto a la imagen de la ciencia baconiana … un científico malvado que inventa una máquina para dominar el mundo. En nuestro mundo, lo que tiene resonancia política es lo contrario. Lo que tiene resonancia política es: “necesitamos detener la ciencia, necesitamos simplemente decir basta a esto”. Y ahí es donde, en el siglo XVII, puedo imaginar a un tipo estilo Dr. Strangelove o Edward Teller apoderándose del mundo. En el nuestro, es mucho más probable que sea Greta Thunberg".
Greta es el Anticristo porque ella representa el detenimiento del tiempo, el estancamiento es “fin del futuro”; hay una especie de “doble vínculo” funcionando aquí, por un lado hay que temer al Anticristo en tanto conduce el tiempo hacia el Apocalipsis, pero al mismo tiempo la historia no debe desacelerarse en el camino hacia la redención, los dos en la misma dirección, tampoco detener provisoriamente el tiempo no parece ser una opción. Dos años antes escribía en “Apocalipsis zombi: la lección de tinieblas”, una exposición sintética de su obsesión: la multiplicación de los signos precursores del apocalipsis en un mundo «debilitado» y dominado por la tecnología. Su tesis: se dan las condiciones para el fin de los tiempos, pero aquello que podría detenerlo parece estar ausente: «el katechon ya no basta». El mismo Anticristo se ha vuelto difuso y engañoso, es un sistema diseminado, quizás un “gobierno mundial.” La palabra Anticristo se repite 26 veces en el corto ensayo.
¿Qué significa este lenguaje bíblico? ¿Qué significa esta exaltación teológica? ¿A dónde conduce este acuerdo visible pero opaco entre política y religión, y por qué lo enuncia uno de los actores centrales del desarrollo tecnológico global? ¿Serían la retórica cristiana y la poética transhumanista un mito exotérico y superficial que ocultan una política realista consciente de la guerra de todos contra todos o por el contrario el uso de de conceptos como violencia originaria y estado de excepción, funcionan como simulacros racionales como fachada de un proyecto cristiano milenarista? ¿Hasta qué punto estos mitos exotéricos no terminan siendo el mismo alimento con el que las elites tecnocráticas norteamericanas crían sus valores esotéricos?
En "The Straussian Moment", escrito al calor de los movimiento políticos y afectivos de la movilización que los atentados del 11 de septiembre produjeron en Estados Unidos y que se iban extendiendo por el mundo, Thiel aclara los parámetros de su realismo político recapitulando algunos de los conceptos centrales de Carl Schmitt, jurista y teórico alemán que jugó un papel central en el Tercer Reich

Teología política
En "The Straussian Moment", escrito al calor de los movimiento políticos y afectivos de la movilización que los atentados del 11 de septiembre produjeron en Estados Unidos y que se iban extendiendo por el mundo, Thiel aclara los parámetros de su realismo político recapitulando algunos de los conceptos centrales de Carl Schmitt, jurista y teórico alemán que jugó un papel central en el Tercer Reich. Ahí diagnostica la imposibilidad de seguir adelante con la neutralidad liberal ya que “la política es el campo de batalla en el que esa división tiene lugar, en el que los seres humanos se ven forzados a elegir entre amigos y enemigos”. La unificación y pacificación que prometió el liberalismo luego de la caída del régimen sovietico, el proyecto de la globalización posmoderna es imposible; “a falta de una invasión de extraterrestres, nunca podrá existir un Estado mundial que unifique políticamente a toda la humanidad. Es una imposibilidad lógica”. ¿De dónde viene la fuente de este enfrentamiento? Dice Thiel:
"En la tradición católica medieval, Schmitt ve en la división política permanente de la humanidad [entre amigos y enemigos] un pálido reflejo de un “estado de historicidad concebido escatológicamente”, que en última instancia obliga a las personas a seguir a Cristo o a rechazarlo. Conecta así lo político y lo religioso"
Las conclusiones del texto irrumpen sobre lo actual de manera orgánica: “Cuando Bin Laden declara la guerra a los infieles, los sionistas y los cruzados, Schmitt no aconsejaría medidas racionales a medias. Instaría a una nueva Cruzada como modo de redescubrir el sentido y propósito de nuestras vidas…” así como el Papa Urbano II dio comienzo a la Primer Cruzada en 1096 a la voz de “¡Que el ejército del Señor, al abalanzarse sobre sus enemigos, no grite más que una sola cosa: ‘¡Dios lo quiere!”
La figura de la primera Cruzada figura en el texto como anticipación del despliegue de las guerras que emprende Bush en medio oriente, cuando Thiel escribe “The Straussian Moment” (2004), Afganistán e Irak estaban en plena guerra, mientras que las tensiones con Irán y Siria estaban en fase previa de posible escalada, y todavía faltaba la Primavera Árabe (2011) y la guerra en Libia. Esta repetición de figuras, la cruzada del papa Urbano II y la “guerra contra el terror” de Bush jr. repiten a su vez el esquema conceptual de la teología política de Carl Schmitt, que podría resumirse en su famosa divisa: “todos los conceptos significativos de la teoría moderna del Estado son conceptos teológicos secularizados”.
Es decir: lo que Schmitt quiere mostrar es que los conceptos fundamentales de la política moderna no surgieron de la nada, sino que son traducciones seculares de las categorías teológicas. “El soberano ocupa el lugar de Dios, y la excepción el lugar del milagro”, dice Schmitt. La política moderna se repite como una teología encubierta.
Para Thiel entonces la ausencia de política es igual a un mundo unificado, que a su vez es un mundo necesariamente artificial en el que “lo que queda no es ni política ni Estado, sino cultura, civilización, economía, moral, derecho, arte, entretenimiento (...) un mundo en el que la gente pasa su vida divirtiéndose hasta morir (...) Un mundo artificial así requiere una “religión de la tecnicidad” que tenga fe en el “poder y dominio ilimitados sobre la naturaleza… [y] en el potencial ilimitado de cambio y de felicidad en la existencia natural y terrenal del hombre". Para Schmitt, el teólogo político, esta “unidad babilónica” representa una breve armonía que prefigura la catástrofe final del Apocalipsis. Este es el rol dual de la de la tecnología, que aparece pocas veces en el texto; ya como engaño diabólico para la despolitización o bien como instrumento de la violencia en la batalla política
Artes mecánicas
"El desarrollo de la tecnología ofrecía ahora cierta garantía de que la humanidad estaba, en efecto, en el camino de la redención", decía David Noble en La Religión de la Tecnología de 1997. La cristiandad luego de la imposible composición del judaísmo y el helenismo, tuvo que resistir las tendencias más desestabilizantes propias y ajenas, se situó como una frontera entre la saña maníaco-depresiva del gnosticismo y la euforia narcisista del hermetismo. Pablo Campana traza el mapa de esas regiones:
“La iglesia debió lidiar con el pesimismo gnóstico que impugna este mundo físico como ilusorio y que pregona que el Dios bíblico es un falso dios. Para los herméticos, por su parte, el mundo es un ser vivo y animado. Lo divino está no solo en un espíritu inmaterial sino también en las cosas y sus relaciones. Y los números y las letras tienen la virtud mágica de influir sobre la realidad”.
El sistema que forman la encarnación y el pecado original, puede ser visto como uno de los sellos del proyecto global cristiano, en el que se articulaba la des-gracia (la banalidad de los imperios, la humildad inmanente de las criaturas) con la participación humana en la divinidad mediante la encarnación de Dios (la posibilidad de la inmortalidad, del conocimiento, del amor perfecto). En la consecución de ciclos de nihilismo y entusiasmo, la Edad Media logra sin embargo una síntesis incontrolable, uno de cuyos nombres es “tecnología”.
El despreció por el mundo, la carne y la materia del gnosticismo, el sentido de pertenencia a un mundo ulterior ultraterreno, y su contraparte hermética, donde lo humano es “semejanza de Dios y es dios por participación”, son en también y sobre todo aspectos estructurales, encarnados en el mismo cristianismo, fruto de su sincretismo. Sobre esta trama de escape del mundo y encarnación divina en lo humano se va reescribiendo el relato de un principio y un fin del mundo.
Hacia fines de la Antigüedad tardía, en el siglo IV, San Agustín sostenía en La Ciudad de Dios que el ingenio humano había dado lugar a innumerables artes y técnicas capaces no solo de atender las necesidades de la vida, sino también de procurar placer y disfrute. Reconocía, incluso, el carácter asombroso de esos logros, aunque advertía que en conjunto no eran más que un alivio parcial dentro de una existencia marcada por la miseria, siempre subordinados a la doctrina del pecado original y lejanos del verdadero camino hacia la vida eterna.
Cuatrocientos años más tarde, hacia el 830 dc en el Salterio de Utrecht, un manuscrito que procedía de Reims, hay una ilustración del Salmo 63 que otorga una ventaja técnica a quienes están del lado de Dios. Anota Noble en su antes mencionado La religión de la tecnología (1997) que en esa imagen, en que el ejército de los justos se enfrenta a un ejército notablemente mayor de impíos, “en cada campamento se está afilando una espada de forma visible. Los malhechores se contentan con usar una piedra de afilar antigua. Los Piadosos, sin embargo, están empleando la primera manivela registrada fuera de China para hacer girar la primera piedra de afilar conocida en cualquier lugar”. Según Lynn White el texto fue Ilustrado probablemente por monjes Benedictinos. La regla de la orden escrita por Benito de Nursia en 516 establece unas prescripciones para el logro de las buenas obras; estas prescripciones son consideradas en sí mismas como “instrumentos” para la perfección y la vía hacia una existencia angelica.
Un “trabajo espiritual”que posee un aspecto “intelectual” y uno “manual” y es en el “El taller [officina] donde todas estas cosas deben hacerse es el claustro del monasterio” cuyo medio son las instrumenta artis spiritualis, "herramientas de la artesanía espiritual". Las operaciones y objetos caídos se transforman ahora en instrumentos espirituales.
Fue el filósofo carolingio Juan Escoto Erígena quien, hacia el año 860, acuñó el término artes mechanicae. Con él estableció una equiparación inédita entre las “artes mundanas” —como la medicina y la arquitectura— y las artes liberales —gramática, dialéctica, geometría, entre otras—. En esta fórmula se produce una inversión radical respecto de la tradición: la noción de “imagen y semejanza de Dios”, entendida hasta entonces como un atributo puramente espiritual, incorporaba por primera vez lo corpóreo —el cuerpo y los sentidos externos— como correlato necesario de la razón y del espíritu. Así, si el espíritu requería de lo material, lo material, a su vez, podía espiritualizarse; la materia se vinculaba con lo trascendente, y las operaciones naturales y artificiales se entendían como semejanzas del saber eterno e infinito. La elevación social de las artes llevaba implícita, además, una idea teológica: que la humanidad, mediante ellas, podía superar la naturaleza y reencontrar la semejanza original con Dios, perdida tras el pecado y la Caída según la tradición cristiana.
Sin embargo fue Joaquín de Fiore quien invierte el sentido de esta restauración de la perfección que busca el origen y dispara el tiempo en dirección hacia el futuro, el Milenio se encontraba adelante. De Fiore no es solo el fundador de la metafísica de la historia moderna o al menos su organizador, sino quizás el primer aceleracionista.
"El milenarismo es, en esencia, la expectativa de que el fin del mundo está cerca y que, en consecuencia, un nuevo paraíso terrenal está por llegar", decía Noble
"El milenarismo es, en esencia, la expectativa de que el fin del mundo está cerca y que, en consecuencia, un nuevo paraíso terrenal está por llegar", decía Noble. Fue una doctrina marginal de grupos radicales; desde el punto de vista de la elite clerical el milenio ya había comenzado con el establecimiento de la Iglesia, y ellos eran los santos terrenales; creer en él era subversivo, el reino de dios estaba más allá de la iglesia, en el futuro. Fue reducto de la desesperación popular y el disenso. Pero durante la Alta Edad Media, esto se fue revirtiendo por cierta renovación religiosa, la recuperación de Tierra Santa y las reliquias y un sentimiento de amenaza contra la cristiandad, sirvió para legitimar las nuevas órdenes religiosas, darles un sentido y un mito fundante; que luego fue diseminándose a todo el orden teológico y político.
Según Noble, el milenarismo otorgaba a la acción humana en la Tierra un sentido claro, que se expresaba en la organización y expansión de las órdenes y sistemas monásticos. Bajo esta perspectiva, la historia aparecía como un proceso con dirección y propósito, orientado hacia un desenlace último: la reunificación del ser humano con Dios. Este milenarismo historicista, considerado el sistema profético más influyente de Europa antes del marxismo, dejó una marca profunda y duradera en la conciencia europea y consolidó, como nunca antes, la vinculación ideológica entre tecnología y trascendencia. “La tecnología se convirtió ahora, al mismo tiempo, en escatología”, dice una vez más Noble.
Doctor Mirabilis
¿En qué sentido de Fiore convierte la tecnología en escatología? El término contemporáneo sería artes mecánicas, pero el término tecnología para Noble describe un proyecto histórico donde la técnica moderna y la religión han evolucionado juntas, impregnadas una de la otra. Esta incógnita puede despejarse con el nacimiento de Roger Bacon, "Doctor Mirabilis", en Somerset al suroeste de Inglaterra, una década después de la muerte de Fiore, hacia el 1215. Estudió en Oxford y luego en la universidad de París, regresa a Oxford y se recluye a estudiar durante 10 años. Toma los hábitos en 1253 en la orden Franciscana.
La formación científica que Bacon se consolidó a través del estudio de los escritores árabes, recién traducidos al latin en el siglo XIII, probablemente en Toledo. En el medioevo europeo la ciencia física, si algo merecía ese nombre, se cultivaba, no mediante la experimentación al estilo aristotélico, sino mediante argumentos deducidos de premisas basadas en la autoridad o la costumbre. Bacon se apartó de la rutina escolástica y se dedicó al estudio de las lenguas antiguas y a la investigación experimental así como se practicaba en oriente con la alquimia y la óptica. Aparentemente tuvo una especie de laboratorio alquímico, en el que hizo observaciones sistemáticas con lentes y espejos para estudiar la naturaleza de la luz y del arcoíris, imaginó lentes que podrían incendiar ejércitos o producir ilusiones aterradoras o maravillosas; predijo que un globo de cobre fino podría flotar en el aire si se llenaba con «fuego líquido», sistematizó la receta de la pólvora, y predijo que al encerrarla en un recipiente, se conseguiría un poderoso explosivo, útil para la guerra, en Concerning The Marvelous Power Of Art And Nature And The Nullity Of Magic especula sobre el aplazamiento de la vejez y la prolongación de la vida human mediante el uso de aceites, piedras y partes de animales.
Es conocido principalmente por tres obras -Opus Maius, Opus Minus y Opus Tertium- que escribió por encargo del papa Clemente IV. En ellas se comienzan a entrever una relación entre la ciencia y la técnica. En Opus Minus explicó por primera vez su idea de la scientia experimentalis donde la experiencia confirma y corrige la racionalidad (razonamiento a partir de los primeros principios o conocimiento obtenido de textos) y es necesaria para la comprensión plena de las cosas; según Francisco Bonnin el logro de “combinar el método matemático con el método experimental comenzó a desarrollarse en las universidades de Oxford y París en el siglo XIII. Los personajes más representativos de este proceso fueron Roberto Grosseteste y Roger Bacon, quienes transformaron el método geométrico griego en el método experimental del mundo moderno.”
¿En qué sentido de Fiore convierte la tecnología en escatología? El término contemporáneo sería artes mecánicas, pero el término tecnología para Noble describe un proyecto histórico donde la técnica moderna y la religión han evolucionado juntas, impregnadas una de la otra.
Resulta inquietante esta repetición. En el cruce entre la técnica y la política volvemos a encontrarnos en un paisaje escatologico. ¿Thiel hace la mímica de Bacon, o se trata de un retorno sistémico? En Opus Tertium Bacon dice que “todos los hombres sabios creen que no estamos lejos de los tiempos del Anticristo”, en el mismo texto cita la autoridad de Joaquín de Fiore para sugerir que las invasiones tártaras contemporáneas señalaban su llegada; así como la caída esperada del reino de Jerusalén apuraba a de Fiore a suponer un orden teleológico y un fin cercano de la Historia; choca esta exaltación con las nociones deformadas que que nos han llegado de utilidad, sabiduría y ciencia; como observa Noble “su noción de utilidad era decididamente ultraterrena… estaba orientada a las cosas que conducen a la felicidad en la próxima vida.” Es este espíritu apocalíptico el que lleva a Bacon a aconsejar al Papa a “desarrollar las artes útiles" ya que:
“el Anticristo usará estos medios libre y eficazmente, para aplastar y confundir el poder de este mundo… La Iglesia debería considerar el empleo de estos inventos debido a los peligros futuros en los tiempos del Anticristo que, con la gracia de Dios, sería fácil enfrentar, si los prelados y príncipes promovieran el estudio e investigaran los secretos de la naturaleza y el arte.”
Para Noble el problema escatologica atraviesa todo el proyecto de Bacon. Continúa la tradición de Erígena y sobre todo la de Joaquim de Fiore, pero sus visiones escatologicas, como sugiere Zachary Matus en Franciscans and the Elixir of Life “habían vinculado estrechamente la exégesis apocalíptica con las scientiae.” ¿Se repite en la tecnología moderna una teología encubierta?
Secularización
Esta pregunta es completamente absurda luego de que con gran trabajo la modernidad haya destrozado todo vínculo con el pasado. Lo existente deviene de lo precedente pero no hay ningún sentido en ello, se da a través de relaciones lógicas y materiales, es una mera sucesión encadenada de mutaciones y en algunos casos de revoluciones que hacen tabula rasa; lo real es lo actual, lo que no ha sido sincronizado es solo un vestigio evanescente, como el polvo que cubre los muebles ¿Por qué subsiste entonces el problema de la reverberación entre el pasado y el presente?
Carga o lastre, el pasado parece resistirse a la sincronización, o acaso la hipermodernidad en que vivimos ya selló la “querella de la secularización”? Para Peter Thiel parece un problema vital, central; en algún momento este “desalojo” significó la “liberación de fuerzas enormes comerciales y creativas” pero “Occidente ha perdido la fé en sí mismo” y se ha vuelto vulnerable.
Sin embargo, este entrelazamiento entre política, religión y tecnología podría analizarse críticamente desde el punto de vista de la cosmotécnica, ese concepto central en los textos de Yuk Hui en su definición provisoria de la cosmotécnica dice que con ella es posible ir más allá de las cosmologías. Las ontologías que subyacen a las culturas y su encuadre de la “naturaleza”, e incorporar la dimensión técnica que en general queda al margen de la cultura y la naturaleza. La cosmotecnica sería “la unificación del cosmos y lo moral por medio de actividades técnicas, pertenezcan éstas al ámbito de los oficios o del arte. No ha habido una o dos técnicas, ha habido múltiples cosmotécnicas”. La unificación entre los conceptos religiosos y las artes mecánicas que se produce en el medioevo europeo es convergente con esa definición, la tecnología sería una cosmotecnica particular surgida en Europa en los siglos X y XI, o al menos parte de un proceso de unificación o subyugación de las diversas cosmotécnicas a una sola, ya que como dice Yuk en La pregunta por la técnica en China: “el capitalismo es la cosmotécnica contemporánea que domina el planeta… una ecología mundial que para sostenerse explota sin cesar los recursos naturales y el trabajo no remunerado.”
Yuk no duda en la dominancia de la cosmotécnica que aquí llama capitalista pero que también le da otros nombres (, naturalista, colonialista, globalización, etc.), de hecho todo pensamiento sobre la técnica en su estado actual debe fundarse en este dominio, se trata para él de la “reapropiación de la tecnología moderna” mediante el “rescate y la reapertura” de las múltiples técnicas para una reconstrucción epistémica generalizada. La tarea de la cosmotecnica es “cuestionar este devenir tecnológico del mundo a fin de interrumpir su sincronización hegemónica y crear otro modo de coexistencia”; Pero cabe preguntarse si la aceptación de una única cosmotecnica no recae en la visión hegemónica que él mismo denuncia.
En su libro Machine and Sovereignty: For a Planetary Thinking de 2024, al tratar con las formas de gobierno que podrían pensar la condición planetaria de esa “ecología mundial”, se topa con el problema de la secularización que es el eje del movimiento modernizador, pero que él intenta rescatar como una forma de preservar la objetividad a la que ha llegado la ciencia y la técnicas modernas ya que esta es nuestra condición real; y aquí aparece nuevamente Schmitt y la “querella de la secularización”. Incluso en el enfoque cosmotécnico de Yuk este mundo altamente tecnificado y objetivado solo puede ser llevado a cabo por esa única cosmotecnica. Para ello hay que afirmar, aun en contra del objetivo de fragmtarlos, los conceptos centrales del progreso, en contra de las apariciones fantasmales que plantean Schmitt y Thiel. Dice Yuk en su libro de 2024:
"A diferencia de la visión escatológica de la historia, el concepto moderno de progreso no espera necesariamente una intervención trascendente, como una revolución. En cambio, consiste en un proceso inmanente de autojustificación. La ciencia y la tecnología detrás de la idea de progreso infinito no constituyen ni la negatividad ni el residuo de la religión".
Sin embargo en cierto momento hay una irrupción de lo real más allá de la planetarización moderna esperada y temida, con la irrupción de la pandemia del 2020 “la interrupción de la logística global revela el verdadero significado de la globalización: un aumento en la sincronía que comprime constantemente el espacio a la distancia más corta. Esta sincronía es frágil porque depende de la maquinaria, que a su vez depende del mercado energético y también es vulnerable a la intervención del poder estatal en el orden espacial,”. Admitir esta debilidad es como admitir que la represa epistemológica de la secularización está a punto de romperse.
El fantasma en la caja
En Yuk Hui, la cosmotécnica occidental aparece bajo múltiples nombres y definiciones. Podría decirse que sus raíces se encuentran en la techné griega, que la modernidad se funda en el mecanicismo y que, más tarde, surge el organicismo: primero en su versión romántica y luego en clave cibernética. Si ampliamos esta serie, encontramos en la Edad Media un estrato inquietante y riesgoso que hoy reaparece bajo nuevas formas. Su síntoma es la repetición ad nauseam del término tecnología y su función, la de una progresiva totalización: un direccionamiento sincronizado de artes, técnicas y modos de organización.
Este estrato no opera de manera recursiva, sino acumulativa; no es plural ni variado, sino lineal, monótono, imparable. Tiene un sentido histórico y político preciso, que podríamos nombrar como una escatología tecnológica. La caja negra en que la tecnología se ha convertido —visible en los sistemas de análisis y predicción de empresas como Palantir— se distancia cada vez más de la epistemología moderna. Y, sin demasiado esfuerzo, podemos intuir que esas cajas están habitadas por fantasmas.
Nada puede darse por sentado respecto de la tecnología: ni su proceso de unificación teológico-política, ni la pretensión de totalizar todas las técnicas bajo un mismo sentido. Nos encontramos en un momento de fragilidad epistémica, en el que las técnicas pueden fragmentarse en un conflicto abierto, o bien un intento desesperado de unificación puede arrastrar consigo a la política y a la teología.
El positivismo técnico y solucionista cercena los problemas fundamentales y cree que puede operar de modo neutral con sus conceptos. Vale por eso la pena volver, una vez más, al viejo Schmitt cuando nos recuerda que esto no es más que autoengaño.
Resulta inquietante esta repetición, en el cruce entre la técnica y la política volvemos a encontrarnos en un paisaje escatologico. ¿Thiel hace la mímica de Bacon, o se trata de un retorno sistémico?